Millares de mujeres brutalmente violadas por milicianos dedicados al bandidaje en la República Democrática del Congo quedan marcadas por el estigma y con frecuencia abandonadas por sus familias y comunidades.
En una casa de huéspedes que la Iglesia tiene en el centro de Goma, en la Diócesis Anglicana de Bukavu, el Rdo. Desiré Mukanirwa y su esposa, Claudaline, ofrecen un refugio seguro a las víctimas de violencia de género para tratar sus traumas y labrarles una nueva vida. El objetivo final es la reintegración de las mujeres a la sociedad.
Con la carga de inmensos problemas psicológicos, algunas de las mujeres quedaron embarazadas o descubrieron que estaban infectadas con el VIH como resultado de una violación sexual.
"Estamos ayudando a curar las heridas del trauma", dijo Mukanirwa durante el desayuno una mañana de julio en su casa de Goma. "No queríamos cerrar los ojos. Debíamos actuar".
Ordenado presbítero en la Provincia de la Iglesia Anglicana del Congo (L’Eglise Anglicane du Congo) en 1998, el mismo año en que abrió sus puertas la casa de huéspedes, Mukanirwa contó una escalofriante historia sobre niños que fueron violados —uno de ellos de sólo 3 años— durante la segunda guerra del Congo (1998-2003). Cuando las mujeres violadas por la milicia son abandonadas y encuentran solaz en la Iglesia Anglicana, dijo Claudaline, "oramos con ellas, bromeamos con ellas y les hablamos con amor de cómo pueden integrarse a la sociedad".Claudaline dirige una organización no gubernamental que ofrece asesoría para experiencias traumáticas, combate el analfabetismo adulto, adiestra a mujeres en destrezas profesionales y domésticas y alimenta y cuida una creciente población de huérfanos desnutridos que se quedaron sin padres debido a la violencia subversiva o a la enfermedad o porque fueron abandonados como víctimas de violaciones.
Es un ministerio que se ha repetido a través de las diócesis anglicanas del Congo, al mismo tiempo que otras iglesias de la segunda nación más grande de África le vuelven la espalda a las víctimas de la violencia sexual.
Curar a África (Heal Africa), hospital y centro de desarrollo comunitario con sede en Goma, ofreció recientemente adiestramiento a una iglesia protestante tradicional sobre los derechos de las mujeres. Lyn Lusi, directora de este centro y quien también es anglicana, recibió una carta de la iglesia en cuestión en que le agradecían a la organización el adiestramiento, pero le hacían notar que algunos líderes adultos se oponían vehementemente a la enseñanza de que las muchachas menores de 18 años no debían casarse y a que la Iglesia no debía rechazar a las víctimas de violación sexual.
"¿Puede creer eso?", preguntó ella. "La Iglesia que debe estar ayudándolas y consolándolas las expulsa porque han sido violadas".
Del mismo modo, dijo Lusi, algunas iglesias obligan a las viudas, que se consideran marginales en muchas comunidades congolesas, a ponerse de cara a la pared durante el culto.
Las historias de Lusi se cuentan entre muchos testimonios perturbadores acerca de la apremiante situación de los congoleses que la Obispa Primada, Katharine Jefferts Schori, y una delegación de la Iglesia Episcopal escucharon durante una visita de seis días a las diócesis de Bukavu, Kivu Norte y Boga a finales de julio.
El grupo se enteró que el día antes de que visitar Beni, población situada a unos 300 kilómetros al norte de Goma en la Diócesis de Kivu Norte, una muchacha había sido agredida sexualmente y asesinada en esa aldea y que los rebeldes habían secuestrado al director de un hospital de la localidad unas pocas semanas antes.
"La gente muere todos los días. El gobierno no hace nada. No puede protegernos. Es terrible", dijo el Rdo. Albert Atoko-Ntungo, arcediano de la provincia, hablando en francés, mientras la Rda. Margaret Rose, directora asociada de misión para el programa, le servía de intérprete.
A Rose y Jefferts Schori los acompañaba el Rdo. Petero Sabune, funcionario encargado de los compañerismos en misión para África de la Iglesia Episcopal, una oportunidad para las dos iglesias de profundizar relaciones y crear nuevas relaciones de compañerismo.
"Hemos venido aquí a aprender de ustedes y a regresar y contar vuestra historia de manera que podamos ser más fuertes juntos", dijo Sabune al obispo Adolph Isesoma en su oficina de la Diócesis de Kivu Norte que está radicada en Butembo.
"Somos hermanos y hermanas en Cristo", dijo Jefferts Schori, "y nos alegra que podamos mantenernos unidos".
La República Democrática del Congo, una ex colonia belga, ha estado en manos de un grupo de líderes corruptos y sedientos de poder desde su independencia en 1960. El vasto país —aproximadamente del mismo tamaño que el continente europeo— enfrentó más de tres décadas de "africanización" y grosera corrupción durante la presidencia de Joseph Mobutu, quien contó con el respaldo de Estados Unidos como "un tirano amigo" por su resistencia a los avances de la Unión Soviética. Un movimiento rebelde liderado por Laurent Kabila derrocó a Mobutu en 1997.
Suscitando esperanzas al principio, Kabila fue instalado como el nuevo presidente y cambió el nombre del país, de Zaire al de República Democrática del Congo. Pero sus aliados se convirtieron en enemigos, y el Congó entró en un quinquenio de guerra brutal en la cual se cree que perecieron alrededor de 5,4 millones de personas. Cuando a Kabila lo asesinaron en 2001, lo sucedió su hijo del mismo nombre, quien sigue siendo presidente del Congo en un gobierno de coalición que incluye a algunos ex rebeldes.
La guerra fue alentada en gran medida por una rebatiña por los vastos recursos minerales del país. Los rebeldes en el este, apoyados por milicias tutsis y algunos países vecinos como Uganda y Ruanda, se enfrentaron al gobierno asentado en Kinshasa, respaldado a su vez por milicias hutus y por Angola, Namibia y Zimbabue. En octubre de 2004, la organización de derechos humanos Amnistía Internacional anunció que se habían denunciado 40.000 casos de violación sexual a lo largo de los últimos seis años.
Mientras el Congo —que tiene en su territorio el mayor contingente de fuerzas de pacificación de las Naciones Unidas— intenta recuperarse de lo que ha sido llamado el conflicto más sangriento desde la segunda guerra mundial, la actividad rebelde aún enturbia el este del país y es sinónima de violencia de género, particularmente en las aldeas rurales. Algunos informes cuentan historias de soldados rebeldes que violan a mujeres mientras sus maridos son obligados a presenciar la violación, y luego matan a miembros de la familia y llevan a cabo actos de canibalismo.
En Butembo, una ciudad de 800.000 habitantes a unas 270 kilómetros al norte de Goma, algunas mujeres que habían sido víctimas de abusos compartieron sus dolorosas experiencias con los visitantes en una instalación de la Iglesia.
Matilda explicó cómo hace siete meses dos soldados irrumpieron en su casa con armas, exigieron dinero, la tomaron por la fuerza y la violaron en presencia de su marido. Éste aceptó que no había sido su culpa, y aún viven juntos en su hogar. Otras mujeres en el centro fueron menos afortunadas, ya que las echaron de sus hogares y se vieron obligadas a buscar refugio con otros miembros de la familia o con cualquiera que estuviera dispuesto a ampararlas.
Otra muchacha resultó tan traumatizada que se quedó muda después de que tres soldados la violaron en un campo. El Ven. Valihali Ndungo fue quien contó su historia, explicando que ella había sido violada dos veces más por miembros de su propia comunidad y que ambas veces había quedado embarazada; un bebé murió durante el parto.
Isesoma, obispo de Kivu Norte —con la esperanza de romper el ciclo de la violencia y consciente de que la misma se origina en los militares— comenzó a evangelizar a soldados del gobierno que, al igual que los rebeldes, cometen esta clase de atrocidades. "Cuando vi lo que los soldados estaban haciendo, pensé que no deben de saber mucho acerca de Dios", dijo él, "así que visité los campamentos [de soldados] del gobierno y les prediqué a 16.000 soldados.
Entre su visión multifacética para la restauración y edificación de su diócesis, Isesoma espera preparar a tres capellanes que puedan ofrecer apoyo pastoral a los soldados a lo largo de la provincia de Kivu Norte.
Sabune, nacido en Uganda, prestó servicios durante siete años como capellán en el Centro Correccional de Sing Sing, una prisión de máxima seguridad del estado de Nueva York, donde trabajó con hombres que habían abusado [sexualmente] de otros y quienes, con frecuencia, habían sido también víctimas de abusos. "La violencia sexual no es un problema de las mujeres, es un problema de los hombres", dijo Sabune a ENS. "Esperamos mostrarles a los hombres que la violencia no es la norma".
Las historias siempre concluían con el compromiso de la Iglesia congolesa de servir a las personas vulnerables, necesitadas y traumatizada en esa nación centroafricana de 72 millones de habitantes.
El papel de la Iglesia es practicar el amor mutuo en medio de la violencia", dijo Atoko-Ntungo. "La violencia comienza a una edad muy temprana, porque los niños la ven en todas partes. Ellos ven como cosa normal que violen y maten a las personas. Cuando las mujeres son rechazadas por sus familias, nosotros las recibimos y las reintegramos a la sociedad".
La diócesis de Kivu Norte administra un complejo que incluye las oficinas diocesanas, escuelas primaria y secundaria a las que asisten 1.600 alumnos, una clínica, un gabinete dental, un criadero de cerdos, un huerto comunitario y un taller para fabricar ladrillos, todos los cuales se sirven unos a los otros y de manera interconectada. Los ladrillos sirvieron para construir las escuelas, las enfermeras tratan y educan a los estudiantes, las viviendas ofrecen albergue a las enfermeras y el estiércol de los cerdos sirve para fertilizar el huerto.
La salud es una seria preocupación en el Congo, ya que enfermedades prevenibles como el paludismo y el sarampión causan miles de muertes innecesarias cada año, especialmente en la población infantil.
Las infecciones del VIH/SIDA están en aumento, debido en parte a la violencia sexual, dijo Albert Kadukima, el coordinador de los programas de salud de la provincia anglicana.
Los centros de salud dirigidos por la Iglesia ofrecen instrucción para prevenir la infección del VIH y otras enfermedades y trabajan en colaboración con las escuelas para combatir el VIH entre los jóvenes. El embarazo infantil está disminuyendo como resultado del programa Hablar Francamente con los Jóvenes (Straight Talk Among the Youth) en las escuelas, dijo Kadukima. La Iglesia Anglicana dirige alrededor de 120 escuelas a través de la provincia.
El ministerio de la salud en la provincia, dijo Kadukima "exige mucho, pero es una gran obra porque trabajamos con personas vulnerables".
La Unión de las Madres desempeña un papel importante al ocuparse de las mujeres traumatizadas debido a la violencia sexual, dijo la diácona Caroline Mwanga, consejera del centro de salud de Beni, y una de las seis mujeres (algunas de ellas presbíteras) ordenadas en la Iglesia Anglicana.
La Unión de las Mujeres por la Paz y la Promoción Social (Union des Femmes pour la Paix et la Promotion Social – UFPPS) fue fundada en Katanga en 2003. Se basó en el trabajo de la Unión de las Madres para promover y facilitar la dedicación de las mujeres como mensajeras de la paz y líderes del desarrollo social y económico en sus comunidades.
La Iglesia Episcopal, a través de su antigua oficina del ministerio de las mujeres, encabezada por Rose, y de Ayuda y Desarrollo Episcopales, ha apoyado el trabajo de la UFPPS en el tratamiento médico y psicológico así como la reintegración social en las diócesis de Katanga y Boga. La UFPPS aspira a expandir su adiestramiento y servicios a mujeres a través de otras diócesis anglicanas del oriente del país, y Ayuda y Desarrollo Episcopales apoya una evaluación del impacto y el conocimiento de su trabajo anterior y una expansión del programa a las diócesis de Kivu Norte y de Bukavu.
Fue el evangelista ugandés Apolo Kivebulaya quien estableció la presencia anglicana en el Congo en 1896. Luego de la independencia del país, la Iglesia se expandió y formó diócesis como parte de la Provincia de Uganda, Burundi, Ruanda y Boa-Zaire. La provincia quedó instituida en 1992 y cambió de nombre en 1997.
En la actualidad, la provincia incluye aproximadamente medio millón de anglicanos bajo el liderazgo del arzobispo Henri Isingoma, primado desde 2009. Él mudará su hogar y su oficina de Bunia a Kinshasa —en el extremo occidental del país donde él también presta servicios como obispo— a solicitud de una reciente decisión de la Cámara de Obispos. La esperanza es que la provincia anglicana pueda establecer relaciones más estrechas con el gobierno congolés.
La delegación episcopal terminó su visita en Bunia, en la Diócesis de Boga, donde Isingoma sirvió como obispo hasta 2009 y donde el ministerio de la Iglesia Anglicana con los necesitados se hace evidente a través del trabajo de sus programas para las mujeres y los niños y el servicio de la Unión de las Madres.
Mugisa Isingoma, presidenta nacional de la Unión de las Madres y esposa del arzobispo, agradeció a Rose por el apoyo al trabajo de las mujeres en la provincia. "Le doy gracias a Dios por este ministerio. Nuestro objetivo es hacer que las mujeres se conviertan en pacificadoras", dijo Mugisa. "Estamos trabajando juntos por el desarrollo del ministerio en la región".
Rose señaló que "la mejor manera de destruir a una comunidad es destruyendo a las mujeres. La mejor manera de edificar a una comunidad es facultando a las mujeres".
En un servicio eucarístico celebrado en la iglesia de Todos los Santos de Bunia el 24 de julio, Jefferts Schori predicó en francés, compartiendo sus impresiones sobre la Iglesia Anglicana del Congo, mientras el obispo William Bahemuka de Boga tradujo su sermón al swahili.
"Percibo una notable resistencia, una esperanza, la capacidad de celebrar la presencia de Dios en medio de la tragedia de la vida. Ése es el reino de los cielos, amigos míos, sorprendente como es", dijo Jefferts Schori.
"Las simientes y las perlas del reino de los cielos han de encontrarse en las secuelas de la guerra, mientras la gente descubre una fuerza que antes no conocían… Vuestra nación tiene esperanza, y tiene una gran abundancia —en verdad, el Congo es un auténtico huerto del Edén, sobrado de recursos naturales. Sin embargo, esos recursos con frecuencia sólo han servido a los ricos y a los poderosos", agregó. "Miren en vuestro entorno a esta nación. Está colmada de abundancia, de esperanza y de posibilidades. Posee un gran tesoro en la fe de su pueblo y en los dones de la creación de Dios".
Rose dijo a ENS que durante la visita ella había sido testigo de "increíbles señales de esperanza en medio de una pobreza devastadora", especialmente en el compromiso con la educación, un aspecto que resaltara M'hand Ladjouzi, director de la Misión de Estabilización de la Organización de Naciones Unidas (MONUSCO) en la provincia de Ituri, a quien visitó la delegación episcopal.
Cualquier que sea el nivel de pobreza, la primera prioridad de los padres es la de enviar sus hijos a la escuela, dijo Ladjouzi, aun si la familia deba pagar la matrícula con huevos.
Después de la Eucaristía, algunas de las mujeres se hicieron eco del mismo mensaje al hablar acerca del programa de alfabetización que ofrece la Iglesia Anglicana. Su objetivo fundamental, dijeron, es garantizar que sus hijos puedan leer.
En otra iniciativa que combina el ministerio de educar con el cuidado de los huérfanos, "Mama Furah" inauguró la Academia Baraka, luego de estudiar desarrollo comunitario en Nairobi y regresar a Bunia, donde ella se crió. Decidió que separar a los huérfanos de los niños que tienen padres era una mala idea y abrió la academia con sólo 25 estudiantes. La escuela tiene ahora 1.200 alumnos, 600 de los cuales son huérfanos integrados y estudian junto con los otros niños.
La Diócesis de Boga también alberga la nueva Universidad Anglicana del Congo, que antes era el Colegio de Teología. La escuela amplió recientemente su programa para incluir cursos de psicología, economía, ciencias, construcción e ingeniería, entre otras especialidades, con el propósito de ofrecer carreras de gran necesidad para el desarrollo del país. Se espera que alrededor de 250 estudiantes se matriculen en la universidad a partir de octubre de 2011.
"Creo que la Iglesia Episcopal puede aprender mucho de la provincia [anglicana] del Congo", dijo Jefferts Schori en una reunión en la universidad en que se encontraban Isingoma, Bahemuka, estudiantes y sacerdotes de la diócesis. "Ustedes son un ejemplo esperanzador de lo que es posible en una sociedad al término de la violencia… Confío en la posibilidad de que nuestro compañerismo pueda crecer y florecer".
Isingoma dijo: "Usted ha venido aquí para darnos una señal de que las mujeres pueden hacer algo grande".
Jefferts Schori describió el ministerio de que ella fue testigo en la Iglesia Anglicana del Congo como "muy, muy inspirador.
"Le ofrece esperanza no sólo al Congo, sino a todo el mundo. En el momento de salir de una guerra, ustedes son los hacedores de la paz. A Dios gracias".
En una casa de huéspedes que la Iglesia tiene en el centro de Goma, en la Diócesis Anglicana de Bukavu, el Rdo. Desiré Mukanirwa y su esposa, Claudaline, ofrecen un refugio seguro a las víctimas de violencia de género para tratar sus traumas y labrarles una nueva vida. El objetivo final es la reintegración de las mujeres a la sociedad.
Con la carga de inmensos problemas psicológicos, algunas de las mujeres quedaron embarazadas o descubrieron que estaban infectadas con el VIH como resultado de una violación sexual.
"Estamos ayudando a curar las heridas del trauma", dijo Mukanirwa durante el desayuno una mañana de julio en su casa de Goma. "No queríamos cerrar los ojos. Debíamos actuar".
Ordenado presbítero en la Provincia de la Iglesia Anglicana del Congo (L’Eglise Anglicane du Congo) en 1998, el mismo año en que abrió sus puertas la casa de huéspedes, Mukanirwa contó una escalofriante historia sobre niños que fueron violados —uno de ellos de sólo 3 años— durante la segunda guerra del Congo (1998-2003). Cuando las mujeres violadas por la milicia son abandonadas y encuentran solaz en la Iglesia Anglicana, dijo Claudaline, "oramos con ellas, bromeamos con ellas y les hablamos con amor de cómo pueden integrarse a la sociedad".Claudaline dirige una organización no gubernamental que ofrece asesoría para experiencias traumáticas, combate el analfabetismo adulto, adiestra a mujeres en destrezas profesionales y domésticas y alimenta y cuida una creciente población de huérfanos desnutridos que se quedaron sin padres debido a la violencia subversiva o a la enfermedad o porque fueron abandonados como víctimas de violaciones.
Es un ministerio que se ha repetido a través de las diócesis anglicanas del Congo, al mismo tiempo que otras iglesias de la segunda nación más grande de África le vuelven la espalda a las víctimas de la violencia sexual.
Curar a África (Heal Africa), hospital y centro de desarrollo comunitario con sede en Goma, ofreció recientemente adiestramiento a una iglesia protestante tradicional sobre los derechos de las mujeres. Lyn Lusi, directora de este centro y quien también es anglicana, recibió una carta de la iglesia en cuestión en que le agradecían a la organización el adiestramiento, pero le hacían notar que algunos líderes adultos se oponían vehementemente a la enseñanza de que las muchachas menores de 18 años no debían casarse y a que la Iglesia no debía rechazar a las víctimas de violación sexual.
"¿Puede creer eso?", preguntó ella. "La Iglesia que debe estar ayudándolas y consolándolas las expulsa porque han sido violadas".
Del mismo modo, dijo Lusi, algunas iglesias obligan a las viudas, que se consideran marginales en muchas comunidades congolesas, a ponerse de cara a la pared durante el culto.
Las historias de Lusi se cuentan entre muchos testimonios perturbadores acerca de la apremiante situación de los congoleses que la Obispa Primada, Katharine Jefferts Schori, y una delegación de la Iglesia Episcopal escucharon durante una visita de seis días a las diócesis de Bukavu, Kivu Norte y Boga a finales de julio.
El grupo se enteró que el día antes de que visitar Beni, población situada a unos 300 kilómetros al norte de Goma en la Diócesis de Kivu Norte, una muchacha había sido agredida sexualmente y asesinada en esa aldea y que los rebeldes habían secuestrado al director de un hospital de la localidad unas pocas semanas antes.
"La gente muere todos los días. El gobierno no hace nada. No puede protegernos. Es terrible", dijo el Rdo. Albert Atoko-Ntungo, arcediano de la provincia, hablando en francés, mientras la Rda. Margaret Rose, directora asociada de misión para el programa, le servía de intérprete.
A Rose y Jefferts Schori los acompañaba el Rdo. Petero Sabune, funcionario encargado de los compañerismos en misión para África de la Iglesia Episcopal, una oportunidad para las dos iglesias de profundizar relaciones y crear nuevas relaciones de compañerismo.
"Hemos venido aquí a aprender de ustedes y a regresar y contar vuestra historia de manera que podamos ser más fuertes juntos", dijo Sabune al obispo Adolph Isesoma en su oficina de la Diócesis de Kivu Norte que está radicada en Butembo.
"Somos hermanos y hermanas en Cristo", dijo Jefferts Schori, "y nos alegra que podamos mantenernos unidos".
La República Democrática del Congo, una ex colonia belga, ha estado en manos de un grupo de líderes corruptos y sedientos de poder desde su independencia en 1960. El vasto país —aproximadamente del mismo tamaño que el continente europeo— enfrentó más de tres décadas de "africanización" y grosera corrupción durante la presidencia de Joseph Mobutu, quien contó con el respaldo de Estados Unidos como "un tirano amigo" por su resistencia a los avances de la Unión Soviética. Un movimiento rebelde liderado por Laurent Kabila derrocó a Mobutu en 1997.
Suscitando esperanzas al principio, Kabila fue instalado como el nuevo presidente y cambió el nombre del país, de Zaire al de República Democrática del Congo. Pero sus aliados se convirtieron en enemigos, y el Congó entró en un quinquenio de guerra brutal en la cual se cree que perecieron alrededor de 5,4 millones de personas. Cuando a Kabila lo asesinaron en 2001, lo sucedió su hijo del mismo nombre, quien sigue siendo presidente del Congo en un gobierno de coalición que incluye a algunos ex rebeldes.
La guerra fue alentada en gran medida por una rebatiña por los vastos recursos minerales del país. Los rebeldes en el este, apoyados por milicias tutsis y algunos países vecinos como Uganda y Ruanda, se enfrentaron al gobierno asentado en Kinshasa, respaldado a su vez por milicias hutus y por Angola, Namibia y Zimbabue. En octubre de 2004, la organización de derechos humanos Amnistía Internacional anunció que se habían denunciado 40.000 casos de violación sexual a lo largo de los últimos seis años.
Mientras el Congo —que tiene en su territorio el mayor contingente de fuerzas de pacificación de las Naciones Unidas— intenta recuperarse de lo que ha sido llamado el conflicto más sangriento desde la segunda guerra mundial, la actividad rebelde aún enturbia el este del país y es sinónima de violencia de género, particularmente en las aldeas rurales. Algunos informes cuentan historias de soldados rebeldes que violan a mujeres mientras sus maridos son obligados a presenciar la violación, y luego matan a miembros de la familia y llevan a cabo actos de canibalismo.
En Butembo, una ciudad de 800.000 habitantes a unas 270 kilómetros al norte de Goma, algunas mujeres que habían sido víctimas de abusos compartieron sus dolorosas experiencias con los visitantes en una instalación de la Iglesia.
Matilda explicó cómo hace siete meses dos soldados irrumpieron en su casa con armas, exigieron dinero, la tomaron por la fuerza y la violaron en presencia de su marido. Éste aceptó que no había sido su culpa, y aún viven juntos en su hogar. Otras mujeres en el centro fueron menos afortunadas, ya que las echaron de sus hogares y se vieron obligadas a buscar refugio con otros miembros de la familia o con cualquiera que estuviera dispuesto a ampararlas.
Otra muchacha resultó tan traumatizada que se quedó muda después de que tres soldados la violaron en un campo. El Ven. Valihali Ndungo fue quien contó su historia, explicando que ella había sido violada dos veces más por miembros de su propia comunidad y que ambas veces había quedado embarazada; un bebé murió durante el parto.
Isesoma, obispo de Kivu Norte —con la esperanza de romper el ciclo de la violencia y consciente de que la misma se origina en los militares— comenzó a evangelizar a soldados del gobierno que, al igual que los rebeldes, cometen esta clase de atrocidades. "Cuando vi lo que los soldados estaban haciendo, pensé que no deben de saber mucho acerca de Dios", dijo él, "así que visité los campamentos [de soldados] del gobierno y les prediqué a 16.000 soldados.
Entre su visión multifacética para la restauración y edificación de su diócesis, Isesoma espera preparar a tres capellanes que puedan ofrecer apoyo pastoral a los soldados a lo largo de la provincia de Kivu Norte.
Sabune, nacido en Uganda, prestó servicios durante siete años como capellán en el Centro Correccional de Sing Sing, una prisión de máxima seguridad del estado de Nueva York, donde trabajó con hombres que habían abusado [sexualmente] de otros y quienes, con frecuencia, habían sido también víctimas de abusos. "La violencia sexual no es un problema de las mujeres, es un problema de los hombres", dijo Sabune a ENS. "Esperamos mostrarles a los hombres que la violencia no es la norma".
Las historias siempre concluían con el compromiso de la Iglesia congolesa de servir a las personas vulnerables, necesitadas y traumatizada en esa nación centroafricana de 72 millones de habitantes.
El papel de la Iglesia es practicar el amor mutuo en medio de la violencia", dijo Atoko-Ntungo. "La violencia comienza a una edad muy temprana, porque los niños la ven en todas partes. Ellos ven como cosa normal que violen y maten a las personas. Cuando las mujeres son rechazadas por sus familias, nosotros las recibimos y las reintegramos a la sociedad".
La diócesis de Kivu Norte administra un complejo que incluye las oficinas diocesanas, escuelas primaria y secundaria a las que asisten 1.600 alumnos, una clínica, un gabinete dental, un criadero de cerdos, un huerto comunitario y un taller para fabricar ladrillos, todos los cuales se sirven unos a los otros y de manera interconectada. Los ladrillos sirvieron para construir las escuelas, las enfermeras tratan y educan a los estudiantes, las viviendas ofrecen albergue a las enfermeras y el estiércol de los cerdos sirve para fertilizar el huerto.
La salud es una seria preocupación en el Congo, ya que enfermedades prevenibles como el paludismo y el sarampión causan miles de muertes innecesarias cada año, especialmente en la población infantil.
Las infecciones del VIH/SIDA están en aumento, debido en parte a la violencia sexual, dijo Albert Kadukima, el coordinador de los programas de salud de la provincia anglicana.
Los centros de salud dirigidos por la Iglesia ofrecen instrucción para prevenir la infección del VIH y otras enfermedades y trabajan en colaboración con las escuelas para combatir el VIH entre los jóvenes. El embarazo infantil está disminuyendo como resultado del programa Hablar Francamente con los Jóvenes (Straight Talk Among the Youth) en las escuelas, dijo Kadukima. La Iglesia Anglicana dirige alrededor de 120 escuelas a través de la provincia.
El ministerio de la salud en la provincia, dijo Kadukima "exige mucho, pero es una gran obra porque trabajamos con personas vulnerables".
La Unión de las Madres desempeña un papel importante al ocuparse de las mujeres traumatizadas debido a la violencia sexual, dijo la diácona Caroline Mwanga, consejera del centro de salud de Beni, y una de las seis mujeres (algunas de ellas presbíteras) ordenadas en la Iglesia Anglicana.
La Unión de las Mujeres por la Paz y la Promoción Social (Union des Femmes pour la Paix et la Promotion Social – UFPPS) fue fundada en Katanga en 2003. Se basó en el trabajo de la Unión de las Madres para promover y facilitar la dedicación de las mujeres como mensajeras de la paz y líderes del desarrollo social y económico en sus comunidades.
La Iglesia Episcopal, a través de su antigua oficina del ministerio de las mujeres, encabezada por Rose, y de Ayuda y Desarrollo Episcopales, ha apoyado el trabajo de la UFPPS en el tratamiento médico y psicológico así como la reintegración social en las diócesis de Katanga y Boga. La UFPPS aspira a expandir su adiestramiento y servicios a mujeres a través de otras diócesis anglicanas del oriente del país, y Ayuda y Desarrollo Episcopales apoya una evaluación del impacto y el conocimiento de su trabajo anterior y una expansión del programa a las diócesis de Kivu Norte y de Bukavu.
Fue el evangelista ugandés Apolo Kivebulaya quien estableció la presencia anglicana en el Congo en 1896. Luego de la independencia del país, la Iglesia se expandió y formó diócesis como parte de la Provincia de Uganda, Burundi, Ruanda y Boa-Zaire. La provincia quedó instituida en 1992 y cambió de nombre en 1997.
En la actualidad, la provincia incluye aproximadamente medio millón de anglicanos bajo el liderazgo del arzobispo Henri Isingoma, primado desde 2009. Él mudará su hogar y su oficina de Bunia a Kinshasa —en el extremo occidental del país donde él también presta servicios como obispo— a solicitud de una reciente decisión de la Cámara de Obispos. La esperanza es que la provincia anglicana pueda establecer relaciones más estrechas con el gobierno congolés.
La delegación episcopal terminó su visita en Bunia, en la Diócesis de Boga, donde Isingoma sirvió como obispo hasta 2009 y donde el ministerio de la Iglesia Anglicana con los necesitados se hace evidente a través del trabajo de sus programas para las mujeres y los niños y el servicio de la Unión de las Madres.
Mugisa Isingoma, presidenta nacional de la Unión de las Madres y esposa del arzobispo, agradeció a Rose por el apoyo al trabajo de las mujeres en la provincia. "Le doy gracias a Dios por este ministerio. Nuestro objetivo es hacer que las mujeres se conviertan en pacificadoras", dijo Mugisa. "Estamos trabajando juntos por el desarrollo del ministerio en la región".
Rose señaló que "la mejor manera de destruir a una comunidad es destruyendo a las mujeres. La mejor manera de edificar a una comunidad es facultando a las mujeres".
En un servicio eucarístico celebrado en la iglesia de Todos los Santos de Bunia el 24 de julio, Jefferts Schori predicó en francés, compartiendo sus impresiones sobre la Iglesia Anglicana del Congo, mientras el obispo William Bahemuka de Boga tradujo su sermón al swahili.
"Percibo una notable resistencia, una esperanza, la capacidad de celebrar la presencia de Dios en medio de la tragedia de la vida. Ése es el reino de los cielos, amigos míos, sorprendente como es", dijo Jefferts Schori.
"Las simientes y las perlas del reino de los cielos han de encontrarse en las secuelas de la guerra, mientras la gente descubre una fuerza que antes no conocían… Vuestra nación tiene esperanza, y tiene una gran abundancia —en verdad, el Congo es un auténtico huerto del Edén, sobrado de recursos naturales. Sin embargo, esos recursos con frecuencia sólo han servido a los ricos y a los poderosos", agregó. "Miren en vuestro entorno a esta nación. Está colmada de abundancia, de esperanza y de posibilidades. Posee un gran tesoro en la fe de su pueblo y en los dones de la creación de Dios".
Rose dijo a ENS que durante la visita ella había sido testigo de "increíbles señales de esperanza en medio de una pobreza devastadora", especialmente en el compromiso con la educación, un aspecto que resaltara M'hand Ladjouzi, director de la Misión de Estabilización de la Organización de Naciones Unidas (MONUSCO) en la provincia de Ituri, a quien visitó la delegación episcopal.
Cualquier que sea el nivel de pobreza, la primera prioridad de los padres es la de enviar sus hijos a la escuela, dijo Ladjouzi, aun si la familia deba pagar la matrícula con huevos.
Después de la Eucaristía, algunas de las mujeres se hicieron eco del mismo mensaje al hablar acerca del programa de alfabetización que ofrece la Iglesia Anglicana. Su objetivo fundamental, dijeron, es garantizar que sus hijos puedan leer.
En otra iniciativa que combina el ministerio de educar con el cuidado de los huérfanos, "Mama Furah" inauguró la Academia Baraka, luego de estudiar desarrollo comunitario en Nairobi y regresar a Bunia, donde ella se crió. Decidió que separar a los huérfanos de los niños que tienen padres era una mala idea y abrió la academia con sólo 25 estudiantes. La escuela tiene ahora 1.200 alumnos, 600 de los cuales son huérfanos integrados y estudian junto con los otros niños.
La Diócesis de Boga también alberga la nueva Universidad Anglicana del Congo, que antes era el Colegio de Teología. La escuela amplió recientemente su programa para incluir cursos de psicología, economía, ciencias, construcción e ingeniería, entre otras especialidades, con el propósito de ofrecer carreras de gran necesidad para el desarrollo del país. Se espera que alrededor de 250 estudiantes se matriculen en la universidad a partir de octubre de 2011.
"Creo que la Iglesia Episcopal puede aprender mucho de la provincia [anglicana] del Congo", dijo Jefferts Schori en una reunión en la universidad en que se encontraban Isingoma, Bahemuka, estudiantes y sacerdotes de la diócesis. "Ustedes son un ejemplo esperanzador de lo que es posible en una sociedad al término de la violencia… Confío en la posibilidad de que nuestro compañerismo pueda crecer y florecer".
Isingoma dijo: "Usted ha venido aquí para darnos una señal de que las mujeres pueden hacer algo grande".
Jefferts Schori describió el ministerio de que ella fue testigo en la Iglesia Anglicana del Congo como "muy, muy inspirador.
"Le ofrece esperanza no sólo al Congo, sino a todo el mundo. En el momento de salir de una guerra, ustedes son los hacedores de la paz. A Dios gracias".